martes, 1 de junio de 2010

Trabajo etnográfico.

Intentaré, en este texto, describir las costumbres, y formas de vida que hallé en el pueblo donde decidí realizar mi trabajo de campo: Gral. Rivas (lugar donde nací), se ubica a unos 140 km de Capital Federal, es partido de Suipacha (B.A), Argentina, tiene quinientos habitantes aproximadamente, según cuentan sus pobladores.
¿Cómo es la gente que habita aquel lugar? ¿Cómo viven?
En días de semana, por la mañana temprano, pude observar a la gente que madruga, aquellos que van a zonas más rurales a desarrollar alguna tarea, los chicos que viajan ”en la combi” (único medio de transporte público en el que se puede llegar a Suipacha) para asistir a algún colegio de allí, ya que muchos prefieren la educación privada de aquel lugar; y alguna que otra persona que sigue el dicho: “Al que madruga, Dios lo ayuda”.
Al transitar por las calles – que no tienen señales más que los nombres de las mismas - veo que la gente se saluda unos con otros, sí, todos saludan: “Adiós”, Buenos días” y “Chau” en el caso de aquellos que no se conocen tanto.
Hay cuatro almacenes a los que la gente asiste, veo que de uno de ellos sale una persona que viste bombacha de campo, camisa a cuadros, boina (muy común en los habitantes de este pueblo) y las infaltables alpargatas que todos allí tienen, cargaba varias cajas, había realizado “su compra del mes”, esta persona vive en una zona rural y todos los meses realiza en un día determinado su compra mensual, hay varios allí, a los que les gusta predecir el clima: “ Refrescó, así que no va a llover”, “Andan dando vueltas los alguaciles, señal de tormenta”, “Cambió el viento, ya no lloverá”, pero el clima puede darles un chaparrón inesperado que no les permita arribar al pueblo ya que los caminos son de tierra, por ende, si llueve se hace barro, entonces es necesario tener siempre provisiones.
Cuando se va acercando el mediodía, la gente “desaparece como por arte de magia”, los negocios cierran y cada individuo regresa a su hogar a preparar el almuerzo, una vez finalizado éste, llega la hora esperada por todos los pueblerinos: “la hora de la siesta”.
Alrededor de las 17:00 hs. El pueblo recobra vida nuevamente, hay una escuela pública, la Nº 3, Domingo Faustino Sarmiento, los chicos salen de la misma, los negocios reabren sus puertas y se ve algún que otro caminante por la ruta que conecta Suipacha con el pueblo, es muy común que aquí la gente que desea cuidar su salud, hacer deporte o simplemente distraerse salga a caminar por allí.
Pareciera que el tiempo pasa muy lentamente en este lugar, la gente anda muy tranquila, se puede caminar por el medio de la calle, son muy pocos los transportes que se ven transitar y muy diferentes a los que se ven en las ciudades: hay un tren que pasa dos veces por día de lunes a viernes, la línea San Martín, tractores, camiones, el famoso Ford Falcon, también veo autos modernos, pero no son los que cautivan más mi atención, aquí no hay bici senda, se transita sin reglas ¡Hasta los niños juegan en la calle! Quién lo diría, las puertas de las casas abiertas de par en par y la gente tranquila, sin miedo, “Querida somos todos conocidos, ¿quién le causaría daño a un vecino que conoce desde hace años y que le tiene que ver la cara todos los días? Es más, nos conocemos mayormente por los apodos que por los nombres” me cuenta un habitante del lugar, cuando le pregunto si le preocupa dejar abierta la puerta.
Se acerca la noche y puedo ver caer el sol, no existen aquí edificios que me lo impidan y hasta siento que respiro aire fresco, puro, para la gente de Rivas esto es muy natural, pero para los que vivimos en la ciudad, es algo extraordinario.
Durante días de semana las actividades no varían mucho.
Cuando llega el fin de semana se realizan otro tipo de actividades, el pueblo se ve más tranquilo que nunca, se puede ver a aquellas personas que en algún momento vivieron allí regresar a respirar nuevamente ese aire, o familiares de los que aún son habitantes que “van de visita”. Reunión familiar con alguna comida típica casera es lo que se ve en la mayoría de las casas en estos días, los pubs del lugar empiezan a llenarse desde temprano, son un punto de encuentro para jóvenes y adultos, también las cocinas de las casas, donde el chisme se hace popular, “ Pueblo chico…”. Hay cancha de tenis y fútbol, muy asistidas en estos días.
Se podría afirmar que sábados y domingos son días que la gente del lugar destina para reunirse con aquellos que aprecia, quiere o comparte algún interés.
El domingo es el único día en el que se da misa, no tienen un párroco fijo. La parroquia se llama San Roque, en honor al patrono del pueblo, al que todos los 16 de agosto de cada año se le rinde culto, realizando una misa conmemorativa y “entrega de panes“ el santo es reconocido por sanar enfermedades y pestes. Cuenta la historia que un día mientras atendía a un enfermo grave, se sintió también él contagiado de la enfermedad. Su cuerpo se llenó de manchas negras y de úlceras. Para no ser molesto a nadie, se retiró a un bosque solitario, y en el sitio donde él se refugió, ahí nació un aljibe de agua cristalina, con la cual se refrescaba. Un perro de una casa importante de la ciudad empezó a tomar cada día un pan de la mesa de su amo e irse al bosque a llevárselo a Roque, por esta razón se simboliza la fecha entregando panes.
Además se realizan actividades típicas del lugar: carreras de sortijas, peñas folclóricas y puestos donde se pueden comprar comidas caseras o artesanías. Para finalizar la fiesta se realiza un baile popular en el Club Deportivo Rivas, el mismo se inicia con música folclórica y cierra con cumbia, a éste se asiste en familia, desde niños hasta ancianos se ven en la pista, donde se forma una ronda de baile donde las parejas giran al ritmo de la música.
Me voy asombrada de cómo se puede vivir de modo tan diferente, como cambia la organización y las costumbres de un lugar a otro, aunque sólo estén distanciados por unos kilómetros.